Por
Catalina
Pantuso
catalina@octubre.org.ar
El
libro "Fuimos
soldados. Historia secreta de la contraofensiva montonera",
de Marcelo Larraquy (Editorial Aguilar, 2006, 244 páginas) ya va por
su segunda edición y durante el mes de octubre se ubicó entre
los primeros lugares de venta. Sin embargo aparecieron pocos comentarios sobre
este libro. Soles Digital quiso conocer algunas opiniones del autor que ya
publicó otras dos obras sobre el tema de la violencia argentina durante
las décadas del ‘70 y ’80: “Galimberti, de Perón
a Susana. De Montoneros a la CIA", junto a Roberto Caballero y "López
Rega, la biografía".
¿Una
historia escasamente documentada o una oportuna investigación periodística?
Marcelo
Larraquy tenía sólo 11 años cuando comenzó la
última dictadura militar. Por lo tanto no estuvo directamente involucrado
en los antagonismos de la época y el primer peronismo es, para él,
parte de una historia ya bastante lejana. Asegura que las motivaciones que
lo llevaron a escribir este “libro pequeño” sin
héroes ni víctimas son estrictamente profesionales: ”Mi
motivación es que soy historiador. Creo que los testimonios orales
de la década del ’70 son muy ricos y hay un debate historiográfico
que no está resuelto y que no se va a resolver en los próximos
años. Más allá de las conceptualizaciones sobre el terrorismo
de Estado y la figura del desaparecido todavía no hay un consenso sobre
cómo sucedieron las cosas, por qué sucedieron, cómo incidió
la violencia en la dinámica de política”.
El tema
de la violencia política en toda la historia Argentina es uno de los
más espinosos, y por cierto un estudio sistemático de sus causas
y consecuencias no debería circunscribirse a los últimos 40
años. No es fácil diferenciar con claridad entre la violencia
institucional (opresiva) que intentó mantener el status quo, y la violencia
creativa y/o subversiva que impulsó cambios estructurales. Todo esto
sin dejar de lado la violencia coercitiva, aquella que impone a las personas
algo que éstas rechazan en mayor o menor medida pero que, finalmente,
terminan aceptando; y la constante violencia incidental que comienza con los
insultos verbales, pasa por las batallas campales por el resultado de un partido
de fútbol y llega hasta el asesinato.
Tal vez
un concepto que puede ayudar en el avance interpretativo en los aspectos políticos
sea aquella frase de Evita:
“La violencia en manos del pueblo no es violencia, es justicia”.
Pero en manos del pueblo, no en manos de los aparatos militares que pretendieron
convertirse en vanguardias esclarecidas por un lado y por otro en representantes
de intereses económicos multinacionales. Entonces, la dificultad radica
en definir quienes son los que expresan al Pueblo (o como se dice hoy, a la
gente, para no utilizar el término de multitud).
“Fuimos
soldados” es un texto en el que se intentan documentar algunas formas
de la violencia que sufrieron y ejercitaron los integrantes de un pelotón del autodenominado Ejército Montonero. Es sabido que la historia se
construye, suele ser más una obra de los investigadores que de los
actores. El hecho histórico es aquel acto que adquiere significación
política en su proyección futura. Pareciera que, en la actualidad,
para los jóvenes intelectuales la lucha del peronismo se comprende
—de un modo altamente reduccionista— a través de las narraciones
y justificaciones montoneras.
El autor,
como buen periodista enrolado en esta corriente interpretativa, se interesa
en las tensiones del presente y cuando se le pregunta por qué eligió
investigar un recorte específico del peronismo su respuesta es, como
mínimo, sorprendente: “Yo tomé el arco del peronismo más o menos completo, en mis tres libros. En 1998
empecé a trabajar la izquierda del peronismo en el libro sobre Galimberti,
un personaje que en ese momento era prácticamente desconocido porque
se había mantenido 16 años en la clandestinidad. En «López
Rega» trabajé el exilio de Perón, su regreso y la violencia
del gobierno. En este último, me interesó ver cómo había
continuado el «setentismo» después del golpe de estado;
recrear la vida en la clandestinidad de aquellos que estaban perseguidos por
la dictadura militar. A mi me interesa reconstruir el contexto histórico,
la coyuntura, el día a día y también cómo se manejan
las zonas del poder. Cómo distintos sectores o diferentes sujetos se
insertan en el poder y operan sobre él."
Contar
con tres libros destinados a dos personajes casi secundarios y a un grupo
reducido de soldados vocacionales, es un inicio interesante para un joven
que intenta abordar la historia reciente del Peronismo. Es que el fenómeno
tiene tal envergadura que es más fácil acercarse a él
desde las historias de vida. Pero este repertorio es muy escaso en el momento
de arriesgar conclusiones.
Un
recorte de la historia no alcanza para explicar un hecho en profundidad
La primera
parte de la obra tiene un enfoque casi literario. En ella se utiliza el mismo
estilo descriptivo que tenían los viejos militantes de la Resistencia
Peronista (1955-1972). Se presentan una serie de hechos dramáticos
desde la perspectiva de un narrador cálido y comprensivo. La anécdota
tiene un importante valor simbólico: cuenta la experiencia, aunque
a veces, cuando no se comparten los códigos, puede resultar incomprensible.
A través del personaje principal, "Lazarte", el autor trata
de transmitir una serie de sucesos casi enigmáticos. Busca la complicidad
del lector diciéndole que su religión es ser claro en la transmisión
de estas historias.
En la
conversación con el autor se toca el tema de por qué se insertan
las incertidumbres y los comentarios propios de Larraquy dentro del relato.
Al respecto dice: “Me parece que hacer públicas las dudas
que uno tiene es un modo de narrar que funciona como el motor de una micro
historia, a través de la cual se puede introducir la subjetividad de
los militantes y captar su sentido y al mismo tiempo que se intercala con
la subjetividad del escritor que trata de reconstruirla. Esto desaparece en
la segunda parte donde hay un tratamiento del tema mucho más general
y metódico donde también se expresan los puntos de vista de
la conducción y las motivaciones políticas de la Contraofensiva”.
En "Fuimos
soldados" el énfasis no está en los personajes principales
sino en las historias de los jóvenes que formaron parte de los “pelotones”;
aquellos que la conducción de Montoneros envió a la Argentina
con el objetivo de luchar contra la dictadura militar y que terminaron desaparecidos
o muertos porque los militares los estaban esperando.
El libro
está teñido de una épica degradada ya que los soldados
fueron mandados a pelear cuando ya estaban derrotados. Dice Larraquy: “Traté
de entender cómo era la vida de los que continuaron luchado (después
del golpe militar); porqué había gente que podía
dar la vida por los demás. Un parámetro para mi desconocido.
La vida y la muerte tenían motivaciones diferentes a las que les damos
hoy. Para mí no eran suicidas. Creían que tenían que
dar algo más en aras de la transformación por la que habían
luchado, en un momento que ya no admitía una operación militar
y política como la que emprendieron”.
En el
diálogo con el autor se profundizan las razones de recuperar esta parte
de la historia: “Los combatientes montoneros tomaron las armas y
regresaron a la Argentina entre 1978 y 1980 para enfrentar a la dictadura
militar, mientras la sociedad festejaba en las calles. Me
interesó también mostrar la siguiente paradoja: la gente que
luchó contra el terrorismo de Estado es negada por la sociedad. Hay
un consenso sobre el terrorismo de Estado pero no hay un consenso sobre qué
lugar deben ocupar estos soldados que lo enfrentaron. Este libro busca mostrar
la dimensión moral que hay en aquellos que dan la vida por enfrentar
una dictadura. Yo no los reivindico, yo los reconozco y los respeto como combatientes”.
La interpretación
del Mundial ’78 como un poderoso narcótico de la conciencia popular
que hizo inútiles las acciones tendientes a mostrar la perversión
de la dictadura, parece por lo menos como absurda. Tal vez sería más
correcto preguntarse por la representación política del Ejército
Montonero. No hay que olvidar que su paso a la clandestinidad se da durante
el mandato de un gobierno constitucional que había sido elegido con
el 60% de los sufragios.
Envar
El Kadri —combatiente y fundador de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP)—
escribía en 1989, haciendo referencia a la Resistencia Peronista de
la que los Montoneros no formaron parte: “Nosotros debimos recurrir
a la violencia como en estado de legítima defensa, porque sentíamos
que no nos quedaba otro camino. Perón mismo daba las órdenes
de hacer la resistencia integral por todos los medios y nosotros lo acatábamos.
Pero cuando Perón dijo (1973) «Dentro de la ley todo,
fuera de la ley nada», nosotros también lo acatamos.”
Esta posición
no fue la que sostuvieron otros dirigentes de las organizaciones armadas de
izquierda. Con la finalidad explícita de agudizar las contradicciones,
se reiniciaron las acciones armadas antes de la muerte de Juan Perón.
A modo de ejemplo, baste recordar solamente algunos hechos: en setiembre de
1973 el ERP copa el Comando de Sanidad del Ejército; en el mismo mes
los Montoneros asesinan al Secretario General de la CGT, José Rucci
y en enero de 1974 el ERP intenta copar el Regimiento C10 de Azul y cae muerto
el coronel Arturo Gay, su esposa y un soldado.
Entre
los sectores militantes de la izquierda peronista se habían instalado
dudas acerca de la estrategia montonera. Un detonante puede haber sido que
mientras se cuestionaba y enfrentaba a la dirigencia política, y a
Perón explícitamente, se buscaba la integración militar
y civil con la conducción del Ejército a través de la
realización del Operativo Dorrego, llevado a cabo en la provincia
de Buenos Aires. Esta acción se realizó entre el 4 y el 23 de
octubre de 1973 y de ella participaron 3.944 efectivos del Ejército
y 800 integrantes de la JP. A Los dirigentes de la Juventud Peronista se les
prohibió hablar de política con los soldados pero tenían
permitido hacerlo con los oficiales.
Las primeras
dudas se convirtieron en franca indignación cuando los militantes de La Tendencia descubrieron que la dirección de Montoneros había
instalado la metodología del doble discurso: un análisis político
más conciliador para los perejiles y otro de enfrentamiento
al gobierno para los cuadros de la conducción.
Los Montoneros
habían sido jaqueados políticamente por el mismo Perón
cuando, el 1º de Mayo de 1974, quedan descubiertas las fracturas que
se venían dando dentro de la denominada Tendencia Revolucionaria y se crea, dentro de la Juventud Peronista, una línea identificada
como La Lealtad.
Ejércitos
sin pueblo y militantes revolucionarios
En
la primera parte de "Fuimos soldados" no aparecen las fuentes de
información. Vale la pena señalar este dato porque tanto en
"Galimberti.." como en "López Rega" estaban perfectamente
documentadas y se hacían prolijas referencias a las entrevistas indicándose
los nombres de quienes dan sus testimonios y las fechas en las que fueron
realizadas. El autor aclara el motivo: “No quise individualizar
las fuentes. Mi compromiso fue el de las fuentes anónimas. Para este
libro en las entrevistas no usé el grabador. De los otros libros tengo
700 cassetes, de este tengo sólo papel y lápiz."
La historia,
aún la más remota, es un relato que siempre está comenzando,
por eso se le pregunta al autor cuál de los tres libros le dejó
más dudas en cuanto a los hallazgos que pudo estudiar: “Los
tres libros me dejaron la misma pregunta básica ¿el por qué
de la violencia política en la Argentina? La incorrección política
que tiene este libro es que llama soldado al soldado. Si había un Ejército
Montonero, lo que había por debajo de la conducción ¿qué
eran? Se trataban como soldados tenían una disciplina de tales. Después,
que no tenían armas, que vivían en situaciones precarias, que
la conducción no tenía sentido de la realidad, que ellos estaban
desintegrados anímica moral y políticamente, que no tenían
inserción social y barrial, todo esto es cierto. Pero había
una mística de combatiente que se intentaba crear. De cuadros políticos
pasaron a ser cuadros armados: soldados”.
Llama
la atención que el libro tenga el título de una película
norteamericana, "We were soldiers" —estrenada en
2002, dirigida por Randall Wallace y protagonizada por Mel Gibson—,
que intenta homenajear a los caídos en Vietnam; otra historia de Hollywood
en la que se pregonan valores como la lealtad, la amistad, el amor por un
país y la injusticia de un gobierno que había equivocado la
estrategia. ¿Esto es una casualidad o el autor lo hizo a propósito?
El autor declara: “Yo vi esa película 33 o 34 veces. Tiene
el punto de vista del soldado, eso era lo que me interesaba. Quise llegar
a interpretar en profundidad la visión de los que peleaban”.
Visto
a la distancia, y más allá de las intenciones de Larraquy, parece
que las películas y los libros con visiones autocríticas sobre
las guerras son meros apelativos carentes de efectos reparadores. Las equivocaciones
en el plano militar se continuaron y ahora los que comienzan a decir que no
logran entender el por qué de la guerra son los que combaten el Eje
del Mal en Irak.
Según
Jorge Rulli —uno de los máximos dirigentes de la Juventud Peronista
durante los años de la Resistencia— a los Montoneros “Los
limitó un problema esencial que sufren esos aparatos: no son capaces
de crear líderes. Porque son ejércitos en operaciones que parten
de un comando que comienza la lucha. (...) Los compañeros creerán
entonces que hacer política es hacer operaciones, escapar de la represión...”
Son los
soldados quienes tienen el derecho a invocar la obediencia debida; los que,
cuando llega la derrota, dicen no saber por qué pelearon. Ellos no
piensan políticamente sino que actúan según las normas
militares. La instrucción dentro del Ejército Montonero se limitaba
al manejo del dinero, de la documentación falsa, a la adaptación
a las conductas clandestinas, quienes alcanzaban los grados superiores eran
aquellos que no cuestionaban las órdenes, los mejores se adaptaban
a los hábitos propuestos por la Conducción. Comentando este
tipo de conductas, El Kadri escribió que cuando se piensa de ese modo
y se adoptan las conductas y los modelos organizativos del enemigo “El
enemigo te ha vencido porque ha logrado transformarte en él”.
Los militantes
revolucionarios —o quienes pretendían serlo—, se diferenciaban
de los soldados porque a ellos los movía la actitud crítica
y una propuesta superadora de la realidad que enfrentaban. En síntesis,
compartían una política y no una simple metodología de
lucha. La muerte no era un destino sino un riesgo que siempre había
que esquivar. La violencia no era una elección sino una consecuencia,
ya que normalmente los pueblos suelen ser pacíficos.
En el
epílogo del texto se afirma que éste es un libro pequeño.
Pequeñas historias de muertes de hombres y mujeres jóvenes que
volvieron al país con la intención de combatir la dictadura.
Desde esta perspectiva "Fuimos soldados" es un aporte interesante
para un debate que todavía despierta pasiones encontradas.
Pero no
se puede pretender que el libro sea una interpretación más o
menos integral de las conductas, supuestamente heroicas, de los jóvenes
que pretendieron enfrentar la última dictadura; y mucho menos una visión
objetiva de un sector del Peronismo.
Después
de 60 años de permanente vigencia, el peronismo es más que un
movimiento, un partido político, una banda de arribistas o un grupo
de militantes sacrificados. El peronismo se convirtió en un hecho simbólico.
Por lo tanto, excede ampliamente las definiciones que sobre él puedan
ensayarse —tanto de izquierda como de derecha— y las versiones
o puestas en escena de algunos de sus circunstanciales referentes, con más
o menos poder intelectual o aparato económico.
Como en
toda conformación simbólica cada uno puede proyectar sobre él
lo que necesita ver para dar respuesta a sus propios interrogantes. Sin embargo
la totalidad siempre queda fuera del alcance de la racionalidad científica.
Como hecho simbólico que da sentido a gran parte de la cultura política
de la Argentina presente, reúne en sí grandes luchas y pequeñas
historias de muertes; personajes heroicos y mártires pero también
arribistas y traidores.
Sin pretensiones
historiográficas, libros de ficción como "Perramus",
de Juan Sasturain o "Cinco balas para Vandor" de Alvaro Abós
(que también hace referencia a hechos de violencia revolucionaria)
suelen documentar este período con más profundidad que una serie
de testimonios que tienden a autojustificarse.
10/11/2006
ario".
Notas
relacionadas:
López
Rega, la biografía - Marcelo Larraquy
Fuimos
soldados - Marcelo Larraquy
www.solesdigital.com.ar
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